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lunes, 14 de diciembre de 2015

El problema de clasificar el entrenamiento en términos metabólicos.

La dicotomía entre ejercicio aeróbico y anaeróbico ha sido considerada útil por fisiólogos y entrenadores durante décadas para separar entre dos grandes bloques de tareas en que se divide el entrenamiento. Incluso ahora que sabemos que las fronteras entre ambos ejercicios no están tan claras, esta distinción a muchos les sigue pareciendo útil.

En términos aeróbicos, medir las aptitudes resultaba fácil, ya que se trataba de determinar el oxígeno consumido. También era fácil medir la capacidad anaeróbica determinando el lactato en sangre. Sabemos que ni el lactato muscular ni en sangre limitan el rendimiento, pero también sabemos que es un buen indicador del trabajo anaeróbico y un factor muy correlacionado con el descenso del PH muscular y sanguíneo durante el ejercicio de alta intensidad.

El problema de la terminología aludida es que ambos metabolismos pueden predominar a distintos ritmos. El metabolismo anaeróbico predominaría en competiciones de hasta 800 metros. El aeróbico predominaría en pruebas de 1500 metros o más. Hay, por tanto, diversos ritmos predominantemente anaeróbicos y diversos ritmos predominantemente aeróbicos. También hay ritmos -como el ritmo de competición de 800 a 1000 metros- que ambos metabolismos tienen una contribución similar.

Uno de los inconvenientes de distinguir entre ejercicio aeróbico y anaeróbico es que se suele establecer un paralelismo con entrenamiento de baja y alta intensidad. Sin embargo, para alguien que prepara maratón, un entrenamiento a ritmo de competición de entre 1500 y 3000 metros es una intensidad alta y, sin embargo, se trata de un ritmo donde predomina el metabolismo aeróbico. Para un corredor de 200 metros, correr a ritmos de entre 400 y 800 metros no es entrenar a alta intensidad, y sin embargo se trata de un ritmo predominio anaeróbico.

Por otra parte, la distinción entre aeróbico y anaeróbico sólo hace alusión a la vía predominante, pero no nos dice nada de cuáles son los factores limitantes -y por tanto, en los que conviene incidir con el entrenamiento- de cada vía. Cuando hablamos de ejercicio aeróbico y anaeróbico, poco estamos diciendo de qué factores limitantes del rendimiento estamos tratando de minorar. ¿Qué estamos entrenando a cada ritmo aeróbico? ¿Qué adaptaciones a nuestra fisiología se producen cuando entrenamos a intensidades en torno al ritmo de competición en 1500? ¿Y a ritmo de 3000? ¿Y de 5000? ¿Y de 10000? Y dentro de los entrenamientos a ese ritmo, ¿qué relevancia tiene la duración de cada repetición y la recuperación entre repeticiones? ¿Qué parámetros fisiológicos se estresan más y cúales menos con repeticiones de 2000 que con repeticiones de 600, teniendo en cuenta que ambas se realicen a la misma intensidad -por ejemplo a ritmo de competición en 5.000 metros-?

Otras preguntas que surgen son:
-A un ritmo determinado (por ejemplo, ritmo de competición en 10.000, ¿qué repeticiones son demasiado cortas? ¿Repeticiones de 400, de 600, de 800?
-A un ritmo determinado de entrenamiento, ¿qué recuperaciones son demasiado largas y sólo provocan que no se logre estresar el parámetro fisiológico de la manera que pretendíamos?
-Cuando se realizan cambios de ritmo, ¿qué efectos tiene el ritmo de recuperación sobre un parámetro fisiológico determinado si lo comparamos con la recuperación pasiva, parado, caminando o a trote muy lento?

Cuando tratamos de responder estas preguntas, nos damos cuenta de que clasificar las tareas de entrenamiento entre aeróbicas y anaeróbicas, además de darnos poca información, no tiene apenas relación con los diversos ritmos que se pueden seguir en un entrenamiento. Es muy preferible la terminología que utilizaba Peter Coe en su libro "Entrenamiento para corredores de fondo y mediofondo", donde se habla de entrenamientos a ritmo de100, ritmo de 200, de 400, 800,1500, 3000, 5000, 10.000, media maratón y maratón, o cualquier ritmo (en inglés pace) situado entre los anteriores que nos interese introducir para afinar más el entrenamiento. Hay muchos ritmos aeróbicos y muchos ritmos anaeróbicos. Y hay ritmos como el de 800 que son mixtos -ambos metabolismos operan en una medida similar-.

Esta forma de clasificar el entrenamiento basada en la velocidad de crucero de cada tarea consistente en correr, es a mi mi manera de entender, la más coherente. Las instrucciones que debe dar un entrenador al atleta deben basarse en las características de la tarea, las sensaciones, la velocidad, la distancia o la duración y la recuperación entre esfuerzos. La terminología fisiológica es preferible dejarla para uso interno y, en mi opinión, no debe ser proyectada en la comunicación entre entrenador y atleta.

Esta depuración de la terminología del entrenamiento de cualquier concepto traído de la biología o la fisiología, hace un favor a entrenadores, a atletas y a fisiólogos. A los dos primeros les permite centrarse en su labor. A los segundos les permite investigar los efectos del entrenamiento sin prejuicios conceptuales.

No se trata sólo de evitar llenar la cabeza del atleta de dudas acerca de cómo opera su fisiología en el entrenamiento. Aunque es razonable que un médico explique al paciente su dolencia de forma simplificada y un entrenador explique de forma simplificada al atleta los objetivos del entrenamiento desde el punto de vista de las adaptaciones fisiológicas que se pretende lograr, lo cierto es que el entrenador sabe muchos menos de la complejidad de las reacciones metabólicas que un médico de patologías. Pero es que además ocurre que los químicos, biólogos y, por extensión, fisiólogos, están muy lejos de saber de forma pormenorizada qué adaptación produce en nuestro organismo una determinada tarea de entrenamiento. Lo que se sabe al respecto es ridículo. La mayor parte de la información que se posee y que ha sido publicada, se basa en promedios extraídos de estudios que sólo muestran correlaciones estadísticas, pero no corroboran teorías científicas que expliquen cómo se puede incidir con el entrenamiento sobre ciertos parámetros fisiológicos para provocar adaptaciones favorables mediadas por los genes de cada atleta.

Es curioso que sepamos quizá más del 95% de lo que se puede saber para llevar al atleta al máximo rendimiento entrenando, y en cambio, quizá, no sepamos ni el 5% de cómo incide el entrenamiento en nuestra fisiología dando lugar a adaptaciones a éste. Lo que se pone de manifiesto es que el ensayo y error funciona, y mientras lo siga haciendo,las pocas teorías elaboradas hasta el momento acerca de nuestro metabolismo aportan muy poco valor añadido al entrenamiento -más allá de la erudición de entrenador y atleta- mientras que no desgranen en una proporción más considerable los secretos que nuestra fisiología esconde. Cuando una proporción más considerable de estos misterios se pueda desvelar, quizá ese 5% de eficacia del entrenamiento que nos falta por lograr se acabe alcanzando. Una parte ya se está haciendo con la farmacología por la vía de las las ayudas erdogénicas (el que algunas de ellas se consideren dopaje u otras no es otro tema en el que se podría profundizar en una entrada ad hoc).

Mientras no se sepan más cosas acerca de nuestra fisiología, conviene que nos quedemos con aquello que sí sabemos y que la práctica del entrenamiento constata una y otra vez. Son pocas cosas las que se saben. Básicamente : 1.Que hay una vía oxidativa y otra no oxidativa para obtener energía. 2 Esta segunda vía ocasiona una elevación del PH sanguíneo, en tanto que sólo la vía oxidativa hace uso de los protones de hidrógeno netos que se generan en las fases previas. 3. Que hay 3 tipos de fibras musculares, unas con predominio oxidativo, otras con predominio glucolítico y otras mixtas. 4.Que el diafragma y el miocardio si bien en poco contribuyen a la locomoción, la condicionan, en tanto que consumen oxígeno y de su buen funcionamiento depende la llegada de oxígeno a los músculos. 5. Que más allá del metabolismo predominante, las fibras se fatigan tras repetidas contracciones, siendo las más oxidativas las que más tardan en fatigarse. 6. Que las fibras musculares se van relevando en sus funciones, en especial a los ritmos medios y bajos.

De la fatiga se sabe muy poco y si bien se ha tratado siempre de asociar ésta con el predominio de la vía anaeróbica, esta visión tiene poca consistencia y hay numerosas pruebas que la refutan. En todo caso, el paradigma vigente nos aporta una concepción de la fatiga como una insuficiencia de la vía oxidativa. Este paradigma cae por su propio peso cuando, de entrada, vemos que no explica la pérdida de velocidad en las pruebas de 100 hasta 400 metros. Que no se haya instaurado un paradigma alternativo consistente, a mi juicio, no justifica que sigamos sosteniendo este paradigma falso de lo anaeróbico como causante de la fatiga. Sabemos que las cosas distan mucho de ser tan sencillas. La falta de alternativas no debe llevar a conservar la vigencia de teorías claramente refutadas. La forma más sensata de proceder a mi juicio es tomar conciencia de que no tenemos teoría, sino unos pocos conocimientos fragmentados, con poco nexo entre ellos -entre los cuales destacan los enumerados en el párrafo anterior- y mucho terreno por conocer. En un terreno tan carente de conocimientos sólidos y donde lo poco que se sabe aparece fragmentado sin que resulte fácil establecer una teoría explicativa, se impone la prudencia y aprender a trabajar con lo que hay: la intuición, la experiencia, la historia del entrenamiento y esos pocos , fragmentados y poco cohesionados conocimientos fisiológicos no controvertidos que ya poseemos.

4 comentarios:

  1. Esto es un post magistral que explica sencilla y nítidamente los límites actuales del conocimiento respecto al entrenamiento. Enhorabuena y gracias. Permíteme compartirlo.

    Un saludo!

    Vicen

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  2. Bueno, el problema en realidad es de los que pretenden hacer un absoluto de los avances en el conocimiento de la fisiología y terminan por transmitir conceptos erróneos.
    No veo que sea de los fisiólogos, biólogos etc. es más bien de los entrenadores que no entienden hasta dónde pueden utilizar los conocimientos que salen de la experimentación. Es de la falta de rigor que existe en las facultades de ciencias del deporte donde se desconoce la mayor parte de la fisiología más allá del metabolismo del músculo.
    Como ejemplo, aquí se habla de que ya se sabe que el lactato no produce fatiga, la pregunta es ¿porqué se sabe? la respuesta es por la experimentación en fisiología del ejercicio, hecha por biólogos, médicos y fisiólogos. Y así otras tantas. Por cierto, se habla del pH en sangre pero no se comenta qué función tiene en todo esto... ¿la tiene? o se está usando en el post el contenido de la vieja escuela por la que se justifica qu la acidez en sangre produce algo al mismo tiempo que se critica esa vieja escuela.
    Otro ejemplo del mal uso de la fisiología por parte de entrenadores, licenciados en ciencias del deporte etc. es el término propiocepción, que han acabado reduciéndolo a ejercicios de equilibrio, donde el sistema mayor implicado es el propioceptivo vestibular. Sin embargo, cuando se habla de propiocepción "a la pata coja" todos hablan de mejorar la postura, fortalecr... blar blar
    la propiocepción se entrena con cualquier ejercicio que active musculatura sea donde sea... y allí donde hay receptores propioceptivos, claro.
    Creo que la falta de formación de los profesionales del entrenamiento tanto para entender los avances en fisiología experimental como para integrarlos en su día a día no se puede excusar con que la investigación "no es concluyente" en algunos temas....
    y es que nunca lo será, por eso es ciencia.

    Salud

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  3. A mi entender, el origen de la confusión parte de ambos, de entrenadores y fisiologos. Los primeros saben tanto de fisiología como los segundos de entrenamiento. Es decir, poco. Los fisiologos también se plantean hipótesis de entrenamiento e introducen teorías erróneas. Si bien los entrenadores somos unos ignorantes en fisiología, los fisiologos no lo son menos en entrenamiento, con la diferencia de que la metodología de entrenamiento está más cerca de sus límites de conocimiento que la fisiología. Ésta trabaja con más variables que la teoría del entrenamiento y es por tanto más compleja. Pero los fisiologos pecan a menudo de reduccionismo y pretenden que la ciencia del entrenamiento es 100 por 100 deducible de la fisiología. Esto equivale decir que quizá en el futuro la química y la biología no serán necesarias porque serán absorbidas por la física. Sí, son cosas que parece que tienen que suceder en dos décadas, pero pasan siglos y las especialidades siguen teniendo su razón de ser. No conviene ser demasiado arrogante ni tampoco demasiado escéptico acerca del valor de una disciplina.

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  4. En cuanto al ph, hay buenos motivos para creer que constituyen un factor militante, si bien es cierto que hay experimentos que concluyen que a la temperatura que trabaja el músculo en condiciones reales (no de laboratorio) el ph bajo no inhibe la actividad de las enzimas mediadores en los procesos metabólicos para la resintesis del ATP. Pero puede que ocasione una inhibición a nivel neural, algo así como lo que llamamos fatiga central. Y en el ámbito de cada célula hay otros candidatos a ser causantes de la no contracción muscular, como la acumulación de fosfatos inorgánicos resultantes deL catabolismo de la fosfocreatina.

    Así a priori, se me ocurre conjeturar que el bajo ph es más limitante en pruebas de media distancia y la acumulación de fosfatos inorgánicos en las pruebas de 400 metros. El PH limita cuando se vierte a la sangre, ya que un ph en sangre por debajo de 6,9 es peligroso y nuestro cerebro pondrá en marcha los mecanismos oportunos para que el PH no descienda más. Entre estos mecanismos está la percepción subjetiva de fatiga, que hará las contracciones más débiles, lo que contribuirá a que el PH no descienda más, del mismo modo que a altitudes de 8000 metros el cerebro ve el descenso de oxígeno arterial como un riesgo de isquemia y transmite fatiga para que los músculos no se contraigan ni el corazón bombe más, ante el riesgo de isquemia, especialmente la que operarîa en el miocardio.

    En lo que afirmas de la propiocepcion, estoy de acuerdo.

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