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jueves, 18 de mayo de 2017

Fisiología aplicada al entrenamiento de la resistencia: hacia un nuevo paradigma (I).

Llamamos paradigma a los principios o axiomas que configuran la teoría de una ciencia o disciplina. Por ejemplo, en ciencias físicas, el paradigma aristotélico estructura la ciencia física tomando como punto de partida tendencia de los cuerpos terrestres al reposo, mientras que en el paradigma galileano los cuerpos tienen tendencia a conservar el movimiento inercia de tal modo que si no hay nada que los detenga continuarán moviéndose indefinidamente. Ahora sabemos que el paradigma galileano es más verdadero que el aristotélico, pero mediante una observación de lo que ocurre a nuestro alrededor no es para nada evidente que los cuerpos tienden a conservar el movimiento. Antes bien parece que si no actúa ninguna fuerza, todos los cuerpos tienden perder el movimiento que inicialmente tuvieron.

En fisiología aplicada al entrenamiento de la resistencia el paradigma actual es, desde hace muchos años, esencialmente metabólico. ¿Qué significa esto? Que la capacidad de prolongar un esfuerzo en el tiempo trata de explicarse por los profesionales del entrenamiento como una función de dos grandes vías metabólicas: la oxidativa y la no oxidativa (que equivale a la distinción entre vía aeróbica y anaeróbica, respectivamente). Los especialistas en entrenamiento de la resistencia tienden a condicionar la aptitud de mantener la intensidad de un esfuerzo a la aptitud del atleta de mantener activa una vía metabólica. Por tanto, el metabolismo toma protagonismo en la teoría del entrenamiento como principal factor limitante. Si por determinadas razones (tales como escasez de oxígeno en la atmósfera, exceso de acidez en la sangre, anemia, insuficiencia cardiaca) no es posible mantener activa una de las dos vías metabólicas, el individuo no podrá mantener la intensidad del esfuerzo.

¿Es una buena aproximación a la realidad considerar el metabolismo como principal factor limitante? Cuando se enfoca el entrenamiento de resistencia desde un paradigma metabólico, parecen no tener demasiada importancia la fatiga muscular y neural. Es como si el individuo siempre fuera capaz en cualquier momento de activar sus vías metabólicas con la misma efectividad independientemente de su motivación, su estado de ánimo, el predominio de uno y otro tipo de fibras musculares y sus niveles enzimáticos.

El paradigma metabólico del entrenamiento de resistencia tiende a equiparar el funcionamiento del cuerpo humano al de un vehículo a motor, donde la sangre sería el carburante,  los pulmones el carburador y las mitocondrias la cámara de combustión y el corazón el pistón. En realidad un motor de combustión es mucho más sencillo en su funcionamiento que el aparato locomotor humano. Mientras en un vehículo, motor, dirección, transmisión y suspensión tienen cierta autonomía, en el cuerpo humano no ocurre así. El músculo hace las funciones de motor (ya que en él tienen lugar una serie de reacciones cuyo fin último es degradar y resintetizar ATP, que es el combustible de la célula). El corazón es en su mayor parte músculo y las propias arterias -que conducen la sangre bombeada por el ventrículo izquierdo- contienen músculo en sus paredes que permiten modificar el calibre de las mismas.

Como se puede ver, el metabolismo depende en gran medida de la contracción de músculos, tanto de un músculo estriado -el miocardio- como de un músculo liso como el que rodea los vasos sanguíneos. Los músculos del aparato locomotor mediante su contracción oprimen también las venas, facilitando el retorno de sangre con menor contenido en oxígeno a la aurícula derecha, para ser bombeada por el ventrículo derecho a los pulmones y tomar así oxígeno. Para captar oxígeno es necesario que se llenen los pulmones de aire renovado. Para que el aire se renueve en el interior de los pulmones, es necesario que éste sea previamente expulsado de los mismos. Para este proceso sucesivo de espiración-inspiración, es importante que funcionen eficientemente ciertos músculos, entre los cuales tiene un lugar destacado el diafragma, pero también los músculos intercostales, los pectorales, el transverso del abdomen, el recto del abdomen, los oblicuos del abdomen,  los serratos y el dorsal ancho. De modo que hay músculos que inciden no sólo en la locomoción sino que a su vez facilitan la respiración. Del mismo modo, la retención del aire que inspiramos permite crear con el concurso de los músculos abdominales una presión intraabdominal que opera como una suspensión hidráulica confiriendo estabilidad adicional a las vértebras en ciertos esfuerzos en que las articulaciones intervertebrales pueden verse comprometidas.

De lo dicho en el párrafo anterior se desprende que nuestras células realizan múltiples funciones. El músculo permite la locomoción, pero también permite un buen funcionamiento del sistema cardiorespiratorio. El sistema respiratorio a su vez actúa como una especie de suspensión neumática que dota de estabilidad al raquis.

Por otra parte, se induce a confusión cuando se habla de la vía metabólica aeróbica (u oxidativa) como vía independiente de la anaeróbica (no oxidativa), cuando lo que sucede en realidad es que hay un único ciclo metabólico que en alguna de sus fases se bifurca en diversas vías según el sustrato energético y según si interviene o no la oxidación, pero que es común en el resto de las fases.

Entiendo que el paradigma del entrenamiento de resistencia no debe ser la disponibilidad de las vías metabólicas, sino las diversas formas en que opera la fatiga. Fatiga es todo aquello que inhibe la acción muscular. La insuficiencia de sustrato energético, como es el caso de la glucosa, puede impedir que se pueda mantener la intensidad del ejercicio, aunque en la práctica, antes de que eso ocurra, el sistema nervioso ha puesto en funcionamiento mecanismos de inhibición muscular para evitar el agotamiento total de la glucosa en el organismo. Nuestro sistema nervioso inhibe la acción muscular antes de que pueda tener lugar una insuficiencia cardiaca, un riesgo de agotamiento de la glucosa o una reducción excesiva del PH sanguíneo por poner ejemplos significativos.

De las cuestiones aquí apuntadas se tratará en las siguientes entradas.

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