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jueves, 4 de octubre de 2018


Esta serie sobre fuerza corresponde a unos artículos escritos por mí hace tiempo, pero revisados y actualizados recientemente, para ser presentados sucesivamente durante las próximas semanas.

En atletismo, como también ocurre en otros deportes, se dedican sesiones completas, o parte de las mismas, al entreno de la fuerza. Esto no solo es así en las disciplinas de velocidad, saltos o lanzamientos, sino también, aunque en menor proporción, en las disciplinas de resistencia.
Se suele hablar de entrenamiento de fuerza para referirnos a aquellas tareas que ponen énfasis en mejorar las aptitudes neuromusculares del atleta.

La fuerza puede manifestarse como resultado de diversas aptitudes neuromusculares:

1ºAptitud de reclutar el mayor número de fibras musculares. A mayor número de fibras reclutadas, más fuerza se puede generar. A esta aptitud se le suele denominar coordinación intramuscular.

2ºAptitud de movilizar simultánea y/o secuencialmente diversas fibras musculares, para ejecutar con la mayor precisión ejercicios complejos en un tiempo dado. A esta aptitud de le puede llamar coordinación intermuscular o perfeccionamiento motor.

3ºHipertrofia de las fibras musculares. Cuanto mayor es el número de sarcómeros (sarcómero es la parte contráctil del tejido muscular) del músculo, mayor es fuerza se puede ejercer.

4º Resistencia a la tensión, compresión y torsión de los elementos no contráctiles del aparato locomotor, es decir, el tejido óseo y conjuntivo. Este último podemos hallarlo dentro del propio músculo, enlos ligamentos que dan estabilidad a las articulaciones, o también en el tejido aponeurótico que envuelve una o varias de nuestras articulaciones uniendo y proporcionando cohesión a distintos elementos del aparato locomotor. A esta manifestación de fuerza le podemos llamar fuerza pasiva.

Por tanto, si bien se suele aludir a la fuerza como una aptitud fisiológica, en realidad con este término nos referimos a un conjunto de aptitudes neuromusculares. Someter a los tejidos a tensión, provoca adaptaciones en estos. No sólo ocurre en los músculos, sino en los huesos, tendones y aponeurosis. El músculo es el protagonista, pero no el único implicado, ni el único que se beneficia de adaptaciones.

Desde el punto de vista mecánico, fuerza es aquella magnitud física que mide la resistencia de los cuerpos a ser deformados. Un cuerpo puede ser objeto de acciones que tienden a comprimirlo, a tensarlo, a generar fricción. El músculo tiene una cualidad peculiar que lo distingue del resto de los tejidos del aparato locomotor: el carácter autógeno de la tensión muscular. Mientras otros tejidos, como son huesos, aponeurosis, tendones o ligamentos se comprimen o tensan por estímulos procedentes de agentes externos, la tensión generada en el tejido contráctil del músculo -más concretamente, los sarcómeros- se genera a resultas de un estímulo que opera en el propio músculo. El estímulo neural desencadena, tras una sucesión de pasos intermedios que aquí vamos a omitir, una unión de filamentos de actina con los de miosina formándose entre ambos filamentos puentes cruzados que tienden a deslizar los primeros sobre los segundos. A resultas de esta unión se genera tensión en el músculo.

De lo anterior resulta que, mientras en tendones, ligamentos, aponeurosis y tejido no contráctil del propio músculo se tensan pasivamente, el músculo se tensa activamente a resultas de un estímulo neural.

En las siguientes entradas se analizarán las distintas posibles adaptaciones neuromusculares que se producen a resultas del entrenamiento llamado genéricamente entrenamiento de fuerza. Estudiaremos la mejora de la fuerza a resultas de dos clases de adaptaciones: primero, la hipertrofia o aumento del tamaño de los tejidos, con la consiguiente mayor resistencia a la tensión; y segundo, las adaptaciones neurales que permiten la coordinación de la acción muscular en sus distintas fibras para lograr la ejecución más eficiente de un ejercicio concreto.

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