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viernes, 3 de octubre de 2014

Dicotomías: ciencia y pseudociencia; reduccionismo y holismo.



Recientemente he leído diversas opiniones sobre la osteopatía, emitidas por médicos, en algunas de las cuales se termina por afirmar que se trata de una pseudociencia. El objeto de este artículo no es determinar el estatus de la osteopatía, sino plantear otras cuestiones más amplias a raíz de la anterior: ¿tiene sentido afirmar que una determinada disciplina es científica y otra no lo es? ¿Adónde nos lleva la dicotomía holismo-reduccionismo en el ámbito de la ciencia? ¿Es fértil o estéril el debate regido por las dos preguntas anteriores?

A mi entender, la asociación del sustantivo disciplina con los adjetivo científica, acientífica o pseudocientífica, no es rigurosa. Esta asociación procede de un uso demasiado laxo del término ciencia en nuestro lenguaje coloquial, donde se tiende a utilizar esta palabra para designar determinadas disciplinas. Se dice que la matemática es una ciencia, que la física lo es. Se afirma que la ingeniería es una disciplina o profesión que se basa en las ciencias naturales. Todo esto es básicamente correcto, pero no lo suficientemente preciso como para evitar malos entendidos que proceden de un uso inapropiado de las palabras.

Una disciplina o profesión como la osteopatía no se puede calificar alegremente de acientífica o peudocientífica. Sería más apropiado afirmar que la osteopatía se reviste de una base teórica conformada por ciertos axiomas discutibles o de postulados que no están ampliamente aceptados como verdades científicas en el seno de las disciplinas que emplean una lógica formal. Lo cual no quiere decir que el osteópata sea un no científico o un pseudocientífico, mientras que a un médico sería un científico. Se debe ser cuidadoso a la hora de calificar una profesión. Sobre todo porque muchos procedimientos empleados en el seno de diversas profesiones han sido utilizados con éxito a lo largo de los años mucho antes de que las ciencias naturales dieran una explicación de por qué estos procedimientos funcionaban.

Una profesión implica el desarrollo de una serie de actividades en el seno de un procedimiento para lograr un resultado. Una actividad humana no es, en sí, científica o acientífica. Lo que sí que existen son actividades que cuentan con un mayor respaldo de las ciencias naturales. Por ejemplo, la ingeniería mecánica cuenta con un respaldo casi absoluto de la física. En cambio, la medicina cuenta con un respaldo parcial -si bien no poco relevante- y con muchos ámbitos difusos donde no se conoce con precisión la causa de las patologías. Bajo esta perspectiva, no es honesto afirmar que la medicina es científica en su proceder y la osteopatía no lo es, porque está claro que en ambas disciplinas no todos los procedimientos curativos cuentan con una cobertura teórica amparada por postulados de las ciencias naturales.

Ahora bien, la medicina cuenta con una ventaja a mi juicio indiscutible si la comparamos con la osteopatía. Esta ventaja radica en que la medicina aspira a ir estableciendo hipótesis cada vez más precisas para predecir fenómenos fisiológicos, pero no pretende establecer un modelo cerrado y único de cuál debe ser el núcleo de la fisiología, ni cuáles deben ser los órganos y/o tejidos más relevantes, ni cuáles deben ser los ámbitos prioritarios en la investigación del origen de las diversas enfermedades. La medicina, por fortuna, no cuenta con una teleología (es decir, con una finalidad, un razonamiento central o un hilo conductor) que nos diga dónde y cómo debemos empezar a investigar.

En cambio sí que se puede decir que la osteopatía en su núcleo teórico es teleológica, ya que dicha disciplina se basa la posición y la forma de los tejidos, así como los cambios que en ambas operan, como condicionantes de la salud y la enfermedad. Esta rígida axiomatización de la disciplina es a mi juicio una desventaja, porque cuando ya se ha concluido -sin investigación previa- cuáles son los ámbitos relevantes de investigación para determinar la etiología de las enfermedades (en el caso de la osteopatía, la estructura de los tejidos), ya no somos libres para investigar, sino que hemos de ceñirnos a los postulados que rigen la disciplina (en este caso la osteopatía), siendo así que cualquier hipótesis explicativa del origen de una enfermedad se deba buscar en la estructura de los tejidos.

Curiosamente, desde la osteopatía se tiende a acusar a la medicina tradicional de reduccionista, mientras que ésta se autoproclama como disciplina con visión holística. Esta dicotomía entre holismo y el reduccionismo es algo que siempre me ha parecido poco o nada convincente. La medicina no es reduccionista, en el sentido de que no ubica el origen de la enfermedad en ningún ámbito estricto de la fisiología o la anatomía. Permite combinar diversos elementos de diversas ciencias - en especial mecánica y bioquímica- para dar consistencia a sus hipótesis.

Por contra, la osteopatía a pesar de considerarse a sí misma holística, es reduccionista en el sentido de que sólo acepta hipótesis sobre el origen de la enfermedad en el ámbito de la estructura de los tejidos. La hipótesis debe adaptarse en primera instancia al prejuicio y sólo a partir de ahí hay libertad para formularla.

Ser holista suena muy bien de entrada. Uno intuye que todo está relacionado con todo. Pero también sabe que esa relación de conexión o dependencia no es igual de intensa en todos los ámbitos de lo observable. Si bien se podría afirmar que ningún fenómeno es completamente independiente, sí que se puede decir que existen diversos grados de dependencia entre diversos fenómenos (algunos de ellos con escasa conexión entre sí, es decir, cuasiindependientes). Del mismo modo que en física se habla de conductividad térmica o eléctrica de un material, también en el ámbito de la fenomenología se puede hablar de fenómenos más o menos conectados entre sí. Por tanto, decir que todo está conectado con todo puede ser verdadero, pero no supone decir gran cosa. No basta con ello. Hay que afirmar no sólo el qué sino también el cómo, es decir, en qué medida o en qué grado (o en qué porcentaje) dos fenómenos están conectados, en qué aspectos son interdependientes, en qué sentido se produce esa dependencia (si del fenómeno A al B, del B al A o en ambos sentidos)  y en qué otros fenómenos son totalmente independientes entre sí.

Para concluir, aquí estoy lejos de formular una crítica que deje sin valor o contenido alguno a una disciplina como la osteopatía, porque tengo la convicción de que sus procedimientos producen efectos en los pacientes y estos efectos pueden ser beneficiosos en algunos casos. Pero mi impresión personal es que estos procedimientos funcionan por razones que no se corresponden con los postulados que los practicantes de dicha disciplina formulan. Hay cosas que funcionan de forma reiterada y no sabemos por qué. No es una situación cómoda, porque nos gusta tener explicación causal de todos aquellos métodos o procedimientos que han solventado problemas y así tener la certidumbre de que en el futuro seguirá solventando dichos problemas. Pero no porque nos guste tener una explicación basada en la lógica, logramos hacernos con dicha explicación. En la historia de las matemáticas hay conjeturas que se tienen por ciertas sin tener pruebas de que lo son (es decir, falta una demostración), como por ejemplo la conjetura de que hay infinitos números primos gemelos. En muchos casos, sólo después de siglos o milenios se logra demostrar que la conjetura es cierta o falsa. Sería deseable que en el ámbito de las disciplinas médicas se operara con el mismo rigor que emplean los matemáticos a la hora de entender demostrada o refutada una conjetura.

Es poco productivo caer en reduccionismos de origen profesional, según el cual. toda la percepción de la realidad circundante está condicionada por la profesión que ejercemos. De modo que, bajo ese reduccionismo, para el físico la realidad se reduciría a lo material, espacial y temporal, para el pintor a los colores, para el músico tonos, para el poeta rimas, para el médico a la salud, para el químico a la estructura atómica, para el matemático a números y a signos. La evidencia es que la realidad es plural y va más allá del mero hecho de que algo sea A o no sea A. También se puede ser B, o C, D, etc... Ser B, C o D supone algo más que no ser A. Si ser B supusiera únicamente no ser A, entonces ser B sería lo mismo que ser C o D, porque estos dos últimos tampoco son A. Debemos huir de todo aquel reduccionismo según el cual toda realidad se debe delimitar en términos de su relación con un determinado objeto previamente designado como nuclear.

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